Somos la esencia del libro de la vida, somos los autores y editores de nuestra historia, no existen secuelas solo una parte, queda de nosotros el hacer una comedia o tragedia de ella.
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pompon

lunes, 21 de noviembre de 2011

Lo he encontrado por las redes y me a encantado la forma de expresar de esta Mujer Pompon..leerlo Mamis

Yo, Mi melena y nuestras circunstancias (I)



Qué difícil es lucir siempre perfecta, ¿verdad, chicas? Estamos más que hartas de oír aquello del "para lucir hay que sufrir". Qué gran verdad. Que me lo digan a mí, y a mi melena. Soy el caso típico de persona que quiere lo que no tiene. La que tiene el pelo rizado, lo quiere liso; la que lo tiene liso, lo quiere rizado... ¿y las que lo tenemos como el estropajo nanas? ¿Qué hacemos con nuestra vida y, por ende, con nuestros cabellos? Es un calvario, y os lo voy a contar...

1ª etapa: Afrazo.


De niña, llevaba un afro natural, a lo Michael Jackson en los Jackson Five. O sea, estropajo nanas, a tope. ¿Veis esa melena? ¿Os imagináis cómo se puede peinar un pelo así? Yo os lo digo: no se puede. Pero, muy a mi pesar, mi madre insistía. Recuerdo aquellas tardes de domingo en que, estando yo sentada tranquilamente viendo la tele, ella aparecía con el peine. Sólo de ver el peine, empezaba el llanto, porque sabía la de tirones que se me venían encima: una hora, hora y media de tortura. Claro, no es fácil hacer esto:


Así que imaginad el show. Otro de los traumas que tenemos las niñas negras es... ¡que no se nos mueve el pelo! Estás en el colegio. Llegan todas esas niñas con sus melenas interminables, y esas coletas con aroma a colonia familiar, y horquillas y más horquillas (esto da para otro post), con esos cabellos ondeando al viento. Y tu pelo es como el cartón piedra: no se mueve ni p'atrás. Así que en la intimidad de tu cuarto, juegas a tener melena, colocándote camisetas, toallas, y cualquier cosa que pueda hacer de melena. Y te pones música, y juegas a desmelenarte, porque nunca has podido hacerlo.

2ª Etapa: Trencitas.
Llegas a la adolescencia y te cansas del afrazo. Y si tu madre, pretende que te quedes sentada una hora aguantando la tortura del peinado, le pegas un bufido horroroso, que por eso estás en la adolescencia, y sabes más que nadie. Así que se te aparece la virgendelchalecodepana y te dice "querida, ponte trenzas", y tú vas y te las pones, claro.



La visión de tu melena ondeando al viento te nubla los sentidos. Y por eso accedes a pasarte ocho horas, o más, sentada en una silla, sin ni siquiera atreverte a ir al excusado, porque cuando ya han pasado 3 horas, y te miras en el espejo y ves que todavía queda más de media cabeza por trenzar, te da el siroco, te quieres morir, y gritarle a tu peluquera -generalmente una prima, o una amiga de la familia- que te deshaga las que llevas hechas que tú te vas a tu casa.

Pero es que cuando todas las trenzas están hechas te ves taaaaaaaaaan sensacional, que no te importa seguir pasando por ese mismo calvario, tres o cuatro veces al año, durante una larga etapa de tu vida -3, 4 incluso 5 años-.

3ª fase: Transformación.
Te aburres de las trenzas. Ya no tienes aguante para estar esas ocho horas que antaño aguantabas estoicamente; además, ahora eres madre. No puedes pasarte ocho horas fuera de casa teniendo hijos. Así que optas por alisarte el cabello, con todo lo que eso implica.

Alisar un cabello afro es la madre del cordero. No te lo puede hacer cualquiera. Entonces tienes que buscar una peluquería donde sepan tratarte el pelo. Descartaste las peluquería africanas después de que te quemaran parte del pelo y se te cayera a mechones, como a Neve Campbell en Jóvenes y Brujas. Jamás se oyeron alaridos más terroríficos que los que di aquel día, en la ducha, cuando, al lavarme el pelo, un mechón de unos diez centrímetros se quedó adherido a las puntas de mis dedos. Never again.

Así que te pones a hacer un máster, más hard que cualquier MBA, para saber en manos de quién sí y en manos de quién no puedes poner tu querida (y corta, siempre corta, porque crece a la velocidad del movimiento de los árboles) melena. Te interesas por el alisado definitivo -o alisado japonés- y te informan de que no es válido para los cabellos afro. Que tu cabello se alisa con peróxidos, y el alisado japonés no te haría ni cosquillas. De paso, te enteras también de que debes evitar, por tu salud capilar, todos los productos que contengan siliconas y derivados; así que olvídate de todos los -cones, porque le dan una apariencia brillante pero ficticia, que, en realidad, lo que hace es partirte el pelo. Y con lo que te cuesta que te crezca un centímetros, no estás tú para que la familia Cone te haga destrozos.

Finalmente das con una peluquera brasileña que te da confianza. Cuida de tu pelo y, además de alisártelo, te hace tratamientos para fortalecer el cabello y contrarrestar tanta química que llevan los alisados.


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